![]() |
Equipo Crónica |
A mediados del 2004, en Valencia (España) una muestra pictórica captaría mi atención. Las pinturas reflejaban una especie de collage de otras muchas que de alguna manera rompían con la tradición del arte clásico. Un periodista, como yo, poco conocedor de arte en ese momento, se preguntaba si efectivamente ese collage de estilos podía considerarse una forma de arte y expresión pictórica. Las obras atraían la atención de mis retinas, pero las dudas no dejaban mi cabeza. Unos y otros cuadros parecían de sobra conocidos, pero eran en apariencia iguales a muchas obras clásicas y a la vez no.
¿Cómo se identifica al autor?, ¿son copias o panfletos?, ¿tienen algún objetivo práctico o son obras meramente decorativas? eran algunas de las preguntas que surgían en mi cabeza. Yo, un ecuatoriano más en España, venía de muchas vivencias en ciudades más cosmopolitas como Madrid y Barcelona, ciudades ajenas y cercanas que de alguna manera siempre habían estado presentes en mi cabeza. La publicidad, los anuncios televisivos, las páginas de internet y el bombardeo de imágenes que se vive en la calle y en los propios hogares españoles de alguna manera habían embotado mi cabeza y por eso elegí mudarme a una ciudad más pequeña como Valencia.
El mar, la playa y el excelente clima del Mediterráneo en gran medida habían conseguido sosegarme y encontrar una aparente calma. Esto de alguna manera hacía que pueda ver las cosas más a distancia y con mayor claridad. El arte siempre fue para mí una pasión, aunque me confesaba, y me confieso todavía, poco experto en esa materia. Lo cierto es que de alguna manera esas obras de arte reflejaban muchas de las experiencias, emociones y sensaciones que yo había vivido hasta ese momento y quizás durante toda la vida, pero nunca supe cómo expresar. Había encontrado una identidad en ellas, pero no entendía por qué y a qué se debía esta.
En esa etapa, tenía un profundo agotamiento de la profesión periodística, pensaba que el periodismo no tenía nada más que ofrecer. No en temas, pero si en estilos y formas de creatividad. La lectura y relectura de los mismos periódicos en el Ecuador, con las mismas actitudes del periodista frente a los hechos, con un esquema rígido de redactar, me habían simplemente aburrido. No así los diarios españoles, siempre encontraba algo interesante en cualquiera de ellos. Era, digámoslo así un periodista pasivo, había dejado las prácticas pero no el vicio.
No obstante mi interés por aprender crecía y no únicamente frente a mi profesión sino además con todo lo que se relacionaba con la cultura. En este sentido, España me resultaba ideal pues la cultura tiene un espectro amplio. Había visitado algunos museos, pero esta muestra en el IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno) me aportaba otra forma de concebir el arte y el periodismo también. El Equipo Crónica (1964-1981) compuesto por los pintores españoles Rafael Solbes y Manuel Valdés, como explica Nicole Pottier, tomaba sus recursos plásticos de los medios de masas, y aunque participaron de la gran corriente internacional que fue el pop art, su estilo iba más allá y se consideró como único. ¿En qué radicaba esa unicidad?
Precisamente en la personalidad que caracterizaba a esas obras, en su forma, si se puede utilizar el término, de editarlas. El verdadero descubrimiento para mí estaba, en que las obras representaban algo importante, por el collage de contenidos, y precisamente por su forma de organizarlos y difundirlos. Como se conoce, el discurso de estas obras planteaba una crítica a la última etapa de la dictadura franquista (1964-1975), pero además de su contenido político mostraban una nueva visión de la historia del arte y de los medios de comunicación. Esto radicaba precisamente en la su forma de ser entendidas desde la impresión de ser obras conocidas, pero reproducidas en otros contextos y con una mezcla que se asemejaba a un collage de pinturas que transmitían un mensaje distinto. Algo muy parecido a lo que sucede en la actualidad con el Internet.
Precisamente en la personalidad que caracterizaba a esas obras, en su forma, si se puede utilizar el término, de editarlas. El verdadero descubrimiento para mí estaba, en que las obras representaban algo importante, por el collage de contenidos, y precisamente por su forma de organizarlos y difundirlos. Como se conoce, el discurso de estas obras planteaba una crítica a la última etapa de la dictadura franquista (1964-1975), pero además de su contenido político mostraban una nueva visión de la historia del arte y de los medios de comunicación. Esto radicaba precisamente en la su forma de ser entendidas desde la impresión de ser obras conocidas, pero reproducidas en otros contextos y con una mezcla que se asemejaba a un collage de pinturas que transmitían un mensaje distinto. Algo muy parecido a lo que sucede en la actualidad con el Internet.
No hay comentarios:
Publicar un comentario