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Foto cortesía orientatuain.tumblr.com |
De alguna manera, en el real imaginario de las redes, empieza a existir una lucha en la cual determinada cultura y cierta nacionalidad impone sus formas de pensar y acciones.
Por lo menos el Occidente industrializado y consumista entra en el juego y trata de posicionarse frente al resto de países (o en otros términos si se quiere consumidores). En este camino se desarrolla la distribución de la obra de arte, que pierde su aura y pasa al mercado como un producto de consumo más. Los conceptos y las ideas por las cuales las obras fueron creadas se banalizan y pasan a ser un producto de consumidores no pensantes. En este tipo de mundo ideal-virtual no importa casi nada la reflexión sobre determinado tipo de obra, sea pictórica, fotográfica, audiovisual, musical o de otro tipo, lo que importa es en realidad como se posiciona en el mercado.
Es en apariencia un mundo más democrático, pero a la vez, la concepción del humanismo pasa a ser otro producto del mercado y las emotividades e individualidades se sumergen en las estrategias de lo banal. Y así se concretan una serie de productos de consumo y distribución masiva en el arte, pero en realidad los que realmente subsisten son precisamente los que tiene un sustento material real. Si bien es cierto que se realizan copias, tanto de obras de arte, como de identidades, solo pueden ser vistas como un proceso de ejercicio artístico, lúdico si se quiere, porque realmente las bases se fundamentan en el mundo real. Pero ¿a qué se deben estos fenómenos? Las masas que viven en la contemplación de las imágenes sienten el efecto de la ilusión, pero la impotencia de conseguir y sustentar lo real. No obstante en las sociedades de consumo esto calza a la perfección pues es el ingrediente básico que se necesita. Si las masas son tan susceptibles a las respuestas a este tipo de impulsos, es precisamente por el componente mágico religioso que existe en las pinturas desde el origen mismo de este arte. En las pinturas rupestres se pintaba para conseguir la caza, y además se pretendía de alguna manera obtener ese animal deseado mediante la concepción mitico religiosa de que al pintar se podía obtener además del alma del animal.
No obstante era tan solo una ilusión, pues los pintores no sabían si en realidad, luego de inclusive matar al animal y comérselo, poseían el alma de la bestia o de la naturaleza misma. La pintura se desarrollará en este sentido hasta llegar a la época de su reproductibilidad a tal escala que la gente podrá sentir esta ilusión en casi todas las manifestaciones artísticas propuestas por Internet, pero nunca mejores que las reales. Esto no desmerece para nada la información y los datos que se pueden conseguir a través de la red. En las modernas sociedades de consumo, la gente al mismo tiempo que tiene más acceso a la información, en cierta medida también tiene más accesos a los deseos que de esta emergen por la variedad de productos que se ofrecen. Es decir quien vive en la ignorancia de determinadas cosas no puede de alguna manera desear cosas que no conoce. El conocimiento de otras realidades propondrá nuevos apetitos y nuevas ansiedades.
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