En la red se puede observar todo tipo de obras de arte, que de alguna manera han perdido su aura. Walter Benjamin explicaba que el aura era la forma de contemplar la obra de arte dentro de su contexto y sociedad, algo que en la pintura al tener orígenes mágicos rituales, tendrá suma importancia. No obstante en los medios de comunicación de masas actuales esto cambiará ya que “…en el concepto del aura, podremos decir: en la época de la reproducción técnica de la obra de arte, lo que se atrofia es el aura de esta. El proceso es sintomático; su significación señala por encima del ámbito artístico. Conforme a una formulación general: la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de la tradición”. (Benjamin, 1989, p.3).

Por tanto la perspectiva de cualquier obra de arte que se reproduce por Internet será completamente distinta a las que se ve directamente en los museos. No obstante esta forma de entender el arte, es una nueva visión de la cultura dentro de las posibilidades actuales. Los hombres entienden el arte a partir del conocimiento que les han dado las actuales sociedades de masas. Y las actuales sociedades de masas han creado pantallas culturales tipo un mosaico en la cabeza de los individuos. Más aún la cultura se reestructura en una nueva forma de entender el mundo. “Así como en otro tiempo las identidades eran objeto de puesta en escena en museos nacionales, en la segunda mitad de nuestro siglo la transnacionalización económica, y el mismo carácter de las últimas tecnologías comunicacionales (desde la televisión hasta los satélites y las redes ópticas) colocan en el lugar protagónico a las culturas-mundo exhibidas como espectáculo multimedia. Pensemos en que ya ningún cine nacional puede recuperar la inversión de una película solo a través de los circuitos salas de su propio país. Debe encarar múltiples canales de venta: la televisión aérea y por cable, las redes de video y los discos láser. Todos estos sistemas estructurados transnacionalmente, fomentan que los mensajes que circulan por ellos se desfolcloricen” (Canclini, s.f, p.111).
La identidad, la cultura, las distintas representaciones del arte, todo ello cambia desde la perspectiva de las culturas-mundo como afirma Canclini. Así como es cierto que el aura de las obras de arte desaparece, el mismo crecimiento de las ciudades y todo el espectáculo que se forma alrededor de ellas cambia al arte en función de una sociedad de consumo. ¿Quién no podría afirmar que las imágenes que se observan en cualquier avenida concurrida de Madrid, Londres, Barcelona, Nueva York o Praga son un verdadero espectáculo para la gente que transita por allí? Las ciudades cosmopolitas reflejan un mosaico de imágenes de la publicidad sobre cine, televisión, exposiciones de arte, teatro, conciertos de música, señales peatonales, gente diversa y otros elementos que tanto como motivan, suscitan el estrés de los que confluyen allí. Con el adelanto de la tecnología y los medios de comunicación este tipo de espectáculo hará eco en los medios de comunicación y sobre todo en el internet. Entrar a cualquier sitio web en esta era de la digitalización es como entrar a ese tipo de culturas-mundo de las que escribe García- Canclini.
La obra de arte, fuera de su contexto representa otra idea, desaparece su aura, pero crea un discurso distinto al convertirse en parte de un collage de otras. Más esto se debe a que las fronteras de lo nacional, en la época de la globalización tienden a desaparecer para dar espacio a otro tipo de culturas con mayor hibridación que de alguna manera enriquecen los panoramas de las sociedades actuales. Los productos nacionales pierden el folclore al que están ligados. De alguna manera ese conjunto de creencias, costumbres y tradiciones que una obra de arte representa dentro de su localidad, pierden ese sentido y se transforman en otro tipo de obras que se convierten en universales. De esta manera traducen una manifestación personal y desinteresada del medio en donde fueron producidas y se elevan a una categoría más artística. La difusión y el montaje de las mismas es en sí un verdadero trabajo de edición que requiere del estudio de los medios y un equipo especializado.
“En efecto he referido a la figura que ocupa mi atención como un montaje; esto es una yuxtaposición articulada de objetos, que como ya mencioné, refieren metonímicamente a los procedimientos, herramientas y motivos…El montaje corresponde a una operación que en la era vanguardista fue implementada para desafiar la unidad, la organicidad de la obra de arte “tradicional”. Así funcionaba con los montajes constructivistas, los collages futuristas y dadaístas, los ensamblajes objetuales y fotográficos del surrealismo. La yuxtaposición ejerce como estrategia que contradice la armonía espacial, que rompe con la continuidad y desafía la especificidad del medio (cualquiera que éste sea). En este sentido es un montaje y, por lo mismo su estatuto como obra puede ser dudoso, cuestión que quedará aquí en suspenso. Pero también opera como figura del montaje temporal: esto es, como un cruce donde conviven tiempos divergentes y es esa convergencia, ese encuentro, lo que hace o no destellar algún sentido”. (Muñoz, 2012, p. 163-164)
De esta forma se observa que el trabajo de extraer o poner imágenes unas a un lado de otras también requiere de un cierto gusto y cierta congruencia en el sentido que se les da a las mismas. Por ello al poner o recopilar obras de arte fuera de sus contextos, su significación cambia y se convierten en una metonimia que remiten a otro sentido. Muñoz posiblemente no se atreve a denominar esta operación de yuxtaposición como arte en el sentido propio del término, pero es cierto que desde el principio de las creaciones artísticas los autores han tomado elementos de la naturaleza y de sus contextos para crear sus obras. ¿Por qué esto no sucedería con aquellas obras conocidas y ya creadas que circulan por el internet y que fuera de sus contextos presentan otro tipo de mensajes?
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